Se nos fue “El Diego”, El mío, el tuyo, el de todos. Se fue alguien muy nuestro como Maradona. Cuando en el mundo alguien dice “Argentina” enseguida replican “Maradona”. Yo no fui contemporáneo con él, pero hacé de cuenta que sí. Porque mi viejo me hablaba de él, la gente en la calle siempre cuenta una anécdota, un gol, una hazaña. Las imágenes en la tele, el gol a los ingleses, la copa del mundo, lo que hizo con el Nápoli, no hacen otra cosa que mostrar que es eterno.
Me cuenta la gente que esperaba la hora en que él jugaba para verlo en la televisión. Diego le regalaba alegría al pueblo con cualquier camiseta. Eso no tiene parámetro ni comparación con cualquier ser de este planeta, sea deportista, sea artista, sea por religión o por política.
Diego fue alguien tan único que unió a un país con la pelota. Nunca escuché que él hablara mal de Argentina. La amaba con el corazón. Él se ponía la camiseta de la selección y se comía el mundo. Pudo tener contradicciones en su vida personal, pero yo no lo voy a juzgar, no soy quien para hacerlo.
Yo me pregunto: Por qué a un genio como él le tenemos que exigir que además sea ejemplo afuera de la cancha, si puertas adentro todos tenemos nuestras miserias? Diego fue el mejor jugador de la historia, fue argentino, defendió nuestra camiseta y unió al país. No se le debe pedir más. Ahora, hay que dejarlo descansar en paz.